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Único testigo


Mis piernas se mueven sin explicación, mis manos tienen un color adobe que no puedo quitar, las uñas tienen más tierra de lo que deseo.



La vi hace dos meses y no he dejado de observarla, desearla, sé que no le gusta el café, odia la cerveza y ama las verduras. A las 5:30 de la mañana, se baña. Es justo en ese momento, donde quito mi espejo y me deleito con su belleza; a través de ese pequeño orificio que raspe durante meses. mi vista da justo a su baño: deja deslizar su toalla desde sus senos, pasa por su vientre, para terminar como tapete de baño, recoge su cabello, prepara la tina y acaricia su piel tan suave, que envidio el jabón. Se mira al espejo y me quedo en ese instante en que se sonríe. Acaricia a Moscú un chihuahua escandaloso, este mueve su cola agradeciéndole por la galleta. ¿Quién será el de la foto? le tira besos como si estuviera presente, se sienta al borde de la cama y lentamente se esparce su crema de manos olor a vainilla, ese perro no deja de ladrar, está alertándola de mi presencia; me hace acelerar más el movimiento de mi mano, para terminar en la pared.

Me organizo como puedo para encontrármela en el pasillo del ascensor, cierra su puerta y Moscú sale con collar es hora de pasearlo, me ladra. Ella me mira sonrojada

—Disculpa, a Moscú desde hace rato ladra y no encuentro explicación.

—Hola, soy William.

—Mucho gusto, Madison.

Me acerco a esa bola de pelos, con una mirada amenazante me muestra cada uno de sus colmillos, me agacho para tratar de acariciarlo, me reconoce.

—Deja de darle esas galletas baratas; le caen pesado. Moscú, tiene distención abdominal.

—¿Cómo lo sabes?

—Soy Veterinario.

—No, lo de las galletas.

—Hace días vi que las comprabas en la tienda de la esquina.

—Me asustas, a veces creo que te veo en todas partes.

Sé su rutina perfectamente-

—Estudio medicina

—Si quieres algún día, te invito a una de mis consultas, no es lo mismo, pero puedes aprender.

—Está bien, gracias por lo de la consulta. Y descansa un poco te ves cansado.

Se despidió.

Descubrí que no era ajeno a su mirada. Ella está preocupada por mí, me dijo que descansara.

—Hola. —Respondo el teléfono.

—William, apúrate que el ternero nace hoy.

—En media hora le llego; señora Peter.

Madison, se llama Madison, ¿cómo no lo supe? 6:30 de la tarde, debe estar en casa. El corazón se acelera sin explicación, la respiración es consiente para no desmayarme, las manos sudan y soy torpe al caminar; tres golpes en su puerta son suficientes para que sepa que estoy ahí:

—Hola—me miro con una sonrisa.

—Me llamaron; una vaca está a punto de parir, ¿te atreves?, está a veinte minutos de la ciudad, ya tengo listo el carro.

—Está bien, puede ser divertido. Vamos Moscú.

Perro entremetido.

Las goteras en el parabrisas y los vidrios hasta arriba, hicieron que su olor se dispersara en todo el carro, ofrezco un chicle que tengo en la guantera, en el recorrido roso sus piernas: están tibias. Me sonrojo. Ella me habla pero no logro concentrarme, su voz me hace desearla. Parte con su boca un pedazo de chicle y me lo ofrece, puedo sentir que me desea. Tengo sus salivas en mi boca. Activo el freno de emergencia, y me lanzo a darle un beso. Ella me rechaza, cuando me dice: no te confundas. Estoy encima de ella, besándole su largo cuello, intenta defenderse pero la tengo atrapada. Moscú esta alerta, no deja de ladrarme, mando un puño directo a su pequeña cabeza y cae.

Arranco su delicada camisa blanca, salen disparados los pequeños botones y beso sus senos, grita y hace que mi excitación sea mayor, con mis manos agarro sus manos, llevándolas a mí, ella me toca, eso me gusta. Ella me implora que pare, eso me hace continuar, subo hasta sus senos su minifalda, y por fin estoy en ella. Le pido que grite más, apoyo mis manos en su cuello haciéndole presión, le encanta estar sometida. Continuo moviéndome encima de ella, y noto que me mira fijamente, le gusta. Hay una corriente por todo mi cuerpo, mi excitación llega a su clímax, no soy consciente, termino en ella. Caigo en la silla del piloto rendido.

—Madison, no estuviste tan mal, sé que te gusto.

Busco a Moscú aún sigue inconsciente.

—Madison, puedes vestirte, ya estamos cerca de la granja.

Subo mi cierre.

—Madison, responde, no seas grosera.

Me percato que no habla, la muevo y cae sobre el tablero. La tomo del cabello y con un par de cachetadas insisto que despierte.

Llego con prisa a la granja, saco a Madison del auto, voy hacia el granero; la vaca ya parió sola, pero no aguantó: el ternero aún está cubierto de placenta, no logro encontrar el pulso a Madison, la respiración boca a boca no funciona, con mis manos intento reanimarla, es en vano Madison está muerta. Tomo una última foto, esta vez desnuda por mí y para mí. Del carro saco mis instrumentos, inicio haciendo una incisión grande en el vientre de la vaca, luego agarro el hacha y quito de su tronco aún caliente las bellas piernas de Madison, creo sentir que aún me jadea, mi rostro tiene su sangre tibia, la saboreo un poco, continuo con sus brazos, beso sus carnosos labios, cierro sus ojos y de tres cortes puedo quitarle su cabeza. De nuevo esos ladridos, Moscú se acerca y empieza a morder mis piernas, encienden la luz de la granja, siento pasos, me apresuro con la sutura.

—Hola, William—Dijo la señora Peter.

Abrumado aun.

—Hola, hice todo lo que pude la vaca no resistió, pero salve al ternero con una cesárea.

—¿Y Ese perro? es mi nuevo mejor amigo.


Mis  Garabatos
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Tres hombres, tres seres únicos e irrepetibles. Cada uno con una personalidad arrolladora.

​

Cuando teníamos solo a Pablo, creíamos que no podríamos amar igual, pero con la llegada de otros dos, entendimos que el amor sigue intacto por él.

Que Emilio y Joaquín; también tienen un lugar privilegiado en nuestros corazones, y que el amor es tan grande que se puede mil veces multiplicar, sumar, pero nunca dividir.

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