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Con ganas de morir


Magdalena es una mujer robusta, de cabello corto rojo, uñas largas y despintadas, boca gruesa y nariz grande, es una mujer de 52 años de edad, con unas cuantas canas, debido a que la tintura no las pudo cubrir. Es una vendedora de piel, una virgen de medianoche, que tiene lugar de trabajo las calles aledañas a la iglesia La Veracruz, en el Centro de Medellín. ( Ser puta es ser una mujer invisible para la sociedad, una mujer sin sueños, ni ilusiones, una mujer que se tiene que mirar por fuera y no es de compromisos. En este oficio nosotras no podemos sentir, tenemos que estar muertas por dentro y por fuera. Nunca nos podemos ilusionar, no podemos amar y aunque muchas veces suele suceder, vivimos de nuestro cuerpo así este no sienta. Nos consolamos con cubrirnos con besos inmerecidos. Foto de internet) Mi historia la tengo grabada en la memoria y no quiero que quede grabado en otra parte... No crea que contar la vida de una es bueno, y más cuando trabajas en algo de lo que una mismo se avergüenza, pero nadie sabe lo de una y una no sabe lo de nadie. Por ejemplo, no sé qué hace usted y para que quiere esta entrevista, mejor dicho yo si sé, lo que no sé, es porque me escogió a mí habiendo tantas en esta cuadra. Comencé a los 19 años, muy jovencita, cuando mi mamá aguantaba hambre conmigo parejo y no estudiaba porque no tenía dinero para pagar. Por eso, un día, me fui con una amiga y ¡mire! lo que soy, una puta jubilada. La Veracruz no tiene límite de edad. Aquí trabajan mujeres desde 12 hasta 60 años. Este lugar es muy conocido en la Medellín. Los hombres no necesitan mucho dinero para una noche de placer, solo un saldo de cinco mil a diez mil pesos. La mayoría de mujeres de este sector, me atrevo a decir, lo hace por necesidad, para sostener a sus hijos porque un 86 por ciento de las trabajadoras de la zona es adulta y con una obligación en su casa. Algo muy particular que tiene La Veracruz es que la gente cree que nosotras somos las feas y las sucias, porque venimos de un estrato bajo y las de estrato alto son las sexys, pero no es así. Muchas mujeres de acá parecen sacadas de revistas de modelos, Por ejemplo, yo era una niña hermosa, lo digo con tristeza, porque hubo un jefe que me daño la vida. Antes de comenzar en este mundo, intenté de todo, desde niñera, hasta servicios domésticos, pero en mi último trabajo, mi patrón abusaba de mí, tanto que, a terminar me dejo plata en la mesita de noche. Sucedía, todos los martes, cuando la esposa del patrón salía para la gimnasia, pero una vez nos descubrió y me botaron de la casa. De ahí en adelante, no conseguí nada, así que le dije a una amiga que trabajaba en un bar del Centro, que me ayudara. Tomé la decisión porque mi mamá estaba enferma y no teníamos qué comer. Me desesperé y quise sacarle provecho a mi belleza. A los días mi amiga me llamó porque una de las que trabajaban allá se había enfermado y fue así como entré. Siendo una especie de reemplazo. Era un bar bonito, donde iban muchos poetas, todos muy románticos e inspirados. Eso me fue gustando, tanto que hasta fui novia de una de ellos, pero terminamos porque no quise salirme de trabajar, así que me echo, aunque siempre fue mi cliente. Todos los días me pregunto, qué hubiera pasado con mi vida si yo hubiera aceptado la propuesta de Gabriel, de seguro que no estuviera aquí, pero ya no puedo llorar por la leche derramada. En el bar solo me quedé seis meses, me canse. Un día fui a la iglesia de La Veracruz a rezar pero lo que encontré fue mi trabajo, Dios no me desamparó. Esa misma mañana. Me quedé parada observando todo lo que ellas hacían y cómo me tenía que comportar. Inclusive se me arrimaron cuatro personas. Descubrí que solo tenías que pararte y mandarles piropos a los hombres. Así consigues la comida todos los días. Mi mamá se murió de un paro cardíaco cuando yo tenía 25 años. Quedé sola en la ciudad. Nunca supe quién fue mi papá, es más, tengo la duda si mamá si trabajaba como ama de casa, como me dijo, porque cuando se enteró que era una prostituta no me dijo nada y siempre me daba consejos que no son muy normal entre una madre y una hija. Me decía, “cuidado con quien se acuesta que ese trabajo es muy bajo, pero sirve para sobrevivir… cada vez que tenga relaciones se baña… nunca vaya a regalar el trabajo, porque, aunque no crean, acostarse con un tipo desconocido es duro…” Esas frases me ponían a pensar, pero si mi mamá algún día fue prostituta fue por sacarme adelante y no tengo porque juzgarla. Cuando mi mamá partió para el cielo, fue algo duro porque a pesar de que estaba enfermita, me cuidaba a Nelson… ¡Ah! no le había contado que tuve un hijo de Gabriel. Por eso, me quería sacar del bar, porque decía que un hijo suyo no iba a nacer en ese ambiente, pero la verdad no sé de quién es Nelson. Además, Gabriel era un hombre muy temperamental y a mí no me gusta que me jodan la vida. Nelson tenía 4 añitos, lo metí a un hogar del Bienestar Familiar[1]. Allá, él era feliz y yo también, porque le daban comida y lo cuidaban bien. Les enseñaban cositas productivas y así yo aprovechaba para trabajar. Cuando mi mamá se murió, trabajaba más suave, porque no tenía qué comprar las medicinas, ni el oxigeno. Me fui a vivir a una casita más pequeñita, pues éramos solo dos. Con mi trabajo compré una casita en un barrio popular de Medellín, porque fue lo único que podía dejarle a mi hijo. Nelson comenzó a crecer y también iniciaron las preguntas. Le daba todo lo que él me pedía, creo que lo malcríe pero lo veía feliz, y eso era lo que más me importaba. Veía en Nelson todas las esperanzas del mundo porque tuvo la posibilidad de estudiar y, aunque no era el mejor, siempre ganaba las materias. Veía en él mi bastón para la vejez, pensaba en dejar de ir a trabajar cuando mi hijo consiguiera un trabajo estable, soñaba con verlo graduado y tirando el sombrero que les colocan. Pero nada fue así, pensaba contarle todo cuando fuera mayor de edad pero las cosas se complicaron. Cierto día llegué de trabajar y lo encontré en la casa, cuando tenía que estar estudiando estaba llorando como niño chiquito, a moco tendido. Me senté a su lado y me pregunto ¿señora es verdad que es usted es una puta? Me quedé quieta, respiré profundo y le contesté ¿tu qué crees? Me respondió “empiezo a entender muchas cosas que me escondías”. Lo abracé el me abrazó y pensé que me había aceptado. Hoy me doy cuenta de que todo lo que hice por Nelson fue en vano. Nunca me quiso decir quien le había contado lo de mi trabajo, siempre inventaba una historia nueva. Desde ese día, todo cambió, porque me reprochaba lo que le decía o hacía, me gritaba y me decía que cuando cumpliera 18 se iba a ir de la casa, así fuera para debajo de un puente. Callaba y lloraba. Comencé a trabajar menos para que siempre que llegara me encontrara en la casa. Un día, Nelson no fue a estudiar y lo encontré acostado en mi cama con una niña del colegio, lo regañé y me respondió con insultos. La niña le ayudaba a que yo me sintiera mal. Me encerré a llorar. Con el paso de los días, Nelson era más duro conmigo, tanto que comenzó hacer fiestas en la casa, a drogarse incluso. Le dije que pensara muy bien las cosas, que nos fuéramos del barrio y que iniciáramos vida en otro lugar, pero me respondió que no, que me fuera yo que era la vergüenza de la casa. Los días pasaron y fueron muy duros para mí. Cada día era un insulto diferente, al punto que comencé a enfermarme de la tristeza, pero a él no le importo, pues en su mundo de droga y facilidad. Fue la época más dura, pues vi como, lo que había construido con tanto esfuerzo se cayó poco a poco. Desde el día que Nelson supo toda la verdad, no he conciliado el sueño, tengo pesadillas, incluso he llegado a soñar que me mata, que me echa de la casa y me tira toda la ropa a el río. Una vez Nelson se atrevió a levantarme la mano. No alcanzó a pegarme porque se arrepintió, pero quería darme duro, no me fui de la casa porque sabía que sin mí el no era nadie, porque nunca fue capaz de hacer nada. Ese día, se estaba drogando en la pieza, le llamé la atención y, por eso, intentó pegarme. Cuando todo pasó empaqué mis cosas y me fui para la pensión. Aquí, alquilé una habitación. Es una casa grande donde vivimos muchas prostitutas. Al principio fue duro y llamaba a Nelson pero continuó insultándome, hasta que me dijo que había muerto para él. Eso me dolió en el alma y mis compañeras me dijeron que no lo merecía. Se ingeniaron muchas cosas para que yo me sintiera bien, incluso me prestaron clientes chéveres para reírme con ellos. Me hicieron fiestas sorpresas, me dieron regalos y poco a poco la tristeza desapareció de mi rostro, pero no de mi alma. Paso mucho tiempo y una vez estando parada en la Pasteur[2], donde me hago, llegó Nelson con una cara de sufrimiento que me dio pesar. Me saludo y me dijo: “cuánto me cobra”. Luego agrego: “mentiras, vengo por plata porque en la casa ya no queda nada para vender”. Lo miré muy triste y me respondió que lo que era había sido por culpa mía “y si usted no quiere que yo siga robando y haciendo cosas que no debo, me tiene que dar plata cada mes para mis cosas o si no me toca vender ese rancho que tengo”. Nelson, cada mes, va a la pensión, le entrego mi plata y no vuelvo saber nada de él. Es duro ver cómo la poca esperanza que tenías para salir de este trabajo se aleja cada día más. Por el contrario, se me aumentó el trabajo para mantenerlo y mantenerme. El mes pasado vino con un bebé. Se parecía mucho a él cuando era pequeño, demás que es su hijo. Por lo menos no se mantiene solito y tiene alguien que lo cuide y le dé amor como el que tengo guardado para él. A veces pienso que estoy muy vieja para esto, que no aguanto más. Me quiero morir, quiero desaparecer de un momento a otro. Sé que a nadie le importo y que vivo por nadie y para nada. Ahora el trabajo es más escaso, pues estoy vieja y no es igual, aunque hay que agradecer mucho a los clientes de toda una vida, muchos de estos se enamoraron del placer que se siente para trabajar para ellos. Alguna vez me dio una enfermedad venérea y sufrí mucho. Ahora ruego para que me vuelva a dar y poder morir. Soy una mujer muy creyente y pido mucho para que Dios me llame a descansar rápido. No aguanto más la situación, estoy trabajando para un arriendo y para un hijo que no me da amor. No tengo amor por ninguna parte, cada día que pasa es más triste que el anterior. Estoy cansada. A veces sueño despierta, mientras fumo en mi pieza, que tocan la puerta y es Gabriel, el hombre que alguna vez me quiso ayudar y no acepte, aunque una no se puede arrepentir de nada de lo que hace, ahora, me pesa no haber escuchado. A veces prefiero llevar la vida que alguna vez me imagine con él, una vida en la que él me tratara como un objeto, me pegara…pero me pongo a pensar que no es mucha la diferencia con la vida que llevo ahora. Así que todos los días me acuesto con la ilusión de no volver a levantarme. [1] El Instituto de Bienestar Familiar es una entidad adscrita al Ministerio de la Protección Social, es una de las instituciones más representativas del país. Fue creada en 1968 dando respuesta a problemáticas, tales como la deficiencia nutricional, la desintegración e inestabilidad de la familia, la pérdida de valores y la niñez abandonada. De esta forma, a niños y niñas, jóvenes, adultos y familias de poblaciones urbana, rural, indígena, afrocolombiana, raizal y rom, es posible brindarles una atención más cercana y participativa. [2] La Pasteur es una farmacia que queda en el pasaje peatonal Carabobo, diagonal a la iglesia La Veracruz.


Mis  Garabatos
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Tres hombres, tres seres únicos e irrepetibles. Cada uno con una personalidad arrolladora.

Cuando teníamos solo a Pablo, creíamos que no podríamos amar igual, pero con la llegada de otros dos, entendimos que el amor sigue intacto por él.

Que Emilio y Joaquín; también tienen un lugar privilegiado en nuestros corazones, y que el amor es tan grande que se puede mil veces multiplicar, sumar, pero nunca dividir.

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