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El tiempo se acaba

Siento la necesidad de escribir, admirando a todas las personas que cogen valentía para asumir sus errores, para aquellas que algún día los tacharon, pero siguen en pie demostrando que los errores, se pueden convertir en aprendizajes y al lado del perdón todo puede tener una solución.


No sé, si recuerdan al tío Richard, ese que hizo un trato con el cielo, para aliviar a Emilio, él que tuvo una conversación con la muerte y pidió la vida de mi hijo, por la suya; llego el momento de cumplirle y se fue, el pasado 4 de mayo. Entre lágrimas, agradecimientos, suspiros y recuerdos, le dimos el último adiós. Hacía muchos años, no presenciaba tan de cerca la muerte, pero más que eso, es la tristeza que invade los corazones, ese sentimiento de dejar las cosas claras, las rabias a un lado y los orgullos atrás.


El tío estuvo sus últimos meses de vida, al lado de dos mujeres que sin duda dieron lo mejor de ellas, e hicieron que sus últimos días encontrara la paz, a ellas infinitas gracias por hacerlo con amor, respeto y tanta dedicación. No fue fácil, pero ellas hacían que cada día que pasara para Richard fuera bonito, y aunque los dolores lo invadían, nunca dejo de sonreír y eso se lo debemos a ellas.


La verdad no estuve muy presente, ese tipo de situaciones me asustan, les tengo el pavor, pero siempre estuvo en nuestras oraciones, y aunque es feo, pero es real, se necesita de una situación así de difícil, de dura y de amor, para poder olvidar las cosas malas y aferrarnos a esas cosas bonitas. Richard, era un hombre entregado al alcohol y quizás, por eso cometió errores, dejar su familia, crear problemas; sin embargo cuando lo veíamos, le gritábamos para saludarlo; para que nos diera una vuelta en su carreta de frutas por el barrio, para que nos hiciera el mandado y darle la liga.



Richard, estuvo alrededor de siete meses en cama, luchando contra ese cáncer de cerebro, que cuando se abrieron los ojos, no había nada que hacer, pero tuvo el tiempo suficiente para hacer su transición de la manera más bonita, tranquila y amorosa que se puede hacer; y por eso necesito escribir esto, porque no debemos esperar estar en una cama, esperando la muerte, para abrazar, sonreír, perdonar, y pedir perdón. Richard, estuvo sobrio todo este tiempo y era tan bonito, hablar con él y escucharle sus historias, verlo cantar, verlo sin un trago encima, verlo limpio, oliendo a loción, verlo sonreír pelando el colmillo, poder hablar con él, ofreciéndole perdón.


Él pudo irse tranquilo, hubo tiempo para volver abrazar a sus hijos, volver a mirar a los ojos a su esposa, reunir sus hermanas para pedirles perdón, tuvo tiempo para reencontrase con Dios, tuvo tiempo para dejar enseñanzas, tuvo tiempo para despedirse de los que están lejos, para reír, y aunque al final, fue muy difícil, se liberó. Para mi prima y mi tía, fueron noches eternas, llenas de zozobra, de angustia, de miedo; para él quizás fueron noches de recuerdos, de aferrarse a la vida, de entender que había llegado su momento, que dejaría de existir entre nosotros y que ya tenía partir.



Nunca, nunca había orado para que alguien partiera, para que descansara, y a veces me daba miedo, angustia y pensaba, que no quería que hicieran eso por mí. De las pocas veces que fui a visitarlo, era duro ver su agotamiento, nunca vi sufrimiento, pero si podía ver que algo faltaba para su paz, quizás más perdón, mas olvido, le falto un abrazo de alguien, no sé, pero cuando llegó su momento la encontró. Uno evalúa su vida, piensa en las deudas pendientes que tiene con uno mismo, con la vida, con los amigos, con el mundo, y me imaginaba lo duro que era para él. Escucharnos decir “Richard, tranquilo váyase en paz, todo está perdonado, perdónanos tú también, descanse”, eso debe ser lo más duro de este mundo, escuchar que oren para que te mueras y tu acá aferrado a un suspiro, a un dolor, a un perdón o a una persona. Pero esas oraciones, el último mes, las hacíamos con todo el amor y respeto del mundo, Richard estaba sufriendo, ahora no reía, lloraba del dolor, no contaba historias, solo suspiros de dolor se sentían, ese no era Richard.


Y es que la muerte, logra tocar vibras sensibles, y es cuando uno se evalúa, y piensa, si es correcto lo que haces, si amas de verdad, si eres feliz de verdad. Lo digo, porque me imagine, como buena empeliculada que soy, si me pasara algo, que tendría pendiente, son tantas cosas, que tengo una lista que debo de cumplir, no será fácil, pero quizás si me llega de repente la muerte, podre viajar tranquila. Lo primero que haré es pedir ayuda profesional para poder manejar mis emociones, poder entender que mis hijos son niños, que crecen, se van y no deje nunca de gritar. Lo segundo y aprovecho al que me lea, pedir perdón muchas veces ofendemos sin darnos cuenta, otras veces con la intención de hacerlo y otras veces desde la ignorancia, a todas aquella que ofendí perdón, pedirle perdón a Dios por los pensamiento negativos que a veces me invaden, y por las palabras que lanzo, a mi madre por no entenderla muchas veces, a mi esposo por mi inseguridad, a mi familia por lo mierda que soy y a todos los que me guarden algún rencor perdón, pero el perdón más grande que debo conseguir es conmigo misma, me olvide de mí, de mi esencia, quiero recuperarme, para poder hacer todo lo que tengo en la lista. Porque lo más seguro que tenemos encontrarnos con la muerte.



No quiero que la muerte me encuentre debiendo abrazos, besos, disculpas, teniendo remordimientos, culpas, rencores, desearía que me encontrara feliz, y debemos de luchar por eso. Conocí la historia de alguien que asumió su error con guevas, que se presentó ante la justicia para admitir su error, que valentía, que orgullo, que admiración tener la lealtad con uno mismo para hacer ese tipo de cosas, porque nunca es tarde, para cambiar, para ser un buen ejemplo, nunca es tarde para pedir perdón, para volver a maquillarse los labios, para encontrar el amor, porque si no eres feliz, muévete, no es tarde, aun respiras, aprovecha estos cinco minutos, no se gaste su vida criticando, deseando, anhelando, ayude a que los que lo rodean sean felices, así que si usted tiene algo pendiente, agéndelo. No espere, no hay tiempo. Quizás nos sorprenda la muerte y no nos alcanzó para la felicidad.


Mis  Garabatos
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Tres hombres, tres seres únicos e irrepetibles. Cada uno con una personalidad arrolladora.

Cuando teníamos solo a Pablo, creíamos que no podríamos amar igual, pero con la llegada de otros dos, entendimos que el amor sigue intacto por él.

Que Emilio y Joaquín; también tienen un lugar privilegiado en nuestros corazones, y que el amor es tan grande que se puede mil veces multiplicar, sumar, pero nunca dividir.

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