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Nadie dijo que era fácil




"David, ahora si es verdad…. Se lo juro” gritaba desesperada, sentía que no podía más; suspiraba e intentaba respirar, como me habían enseñado en el curso prenatal; pero en ese instante todo lo aprendido se me olvido. “Señora, si lo tiene en el carro me da buena suerte” me decía el conductor del taxi, no sabía si reírme o seguir gritando. Llegamos a la Clínica Las Vegas, y Pablo nació a las 9:14 de la mañana. Cuando me miraron esos ojitos grises, se me olvido todo el dolor que hacia instantes había sentido; “Mamá, todo salió bien, él bebe tenía tres vueltas de cordón umbilical en su cuello, le hice una pequeña fisura con las tijeras en su cabecita, pero era eso o que se complicara todo” me contaba el doctor; mientras la enfermera me lo ponía en el pecho y él buscaba mis senos para alimentarse.


“Amor, vamos… allá me aplican un tramadol, me quitan el dolor de espalda y nos volvemos, vamos que no aguanto este dolor” le dije a David, ese dolor persistió durante todo mi embarazo, y era normal, ir urgencias. “listo, mamá vamos a aplicarte el tramadol, pero vamos además hacer un monitoreo para saber cómo están los bebes” me dice el doctor. Tenía 35 semanas, un embarazo muy avanzado para ser gemelar. “Mamá, ¿cómo vamos? ¿Hace cuánto no comes?”. “El dolor esta igual, y no como desde anoche ¿Por?”. “Eres la próxima para cirugía, tienes contracciones cada 30 segundos, los bebes quieren salir, entonces vamos a proceder”. Quede como pasmada, fui por una inyección y Salí con dos bebes.


Para ser honesta, prefiero pujar mil veces, que tener una nueva cesárea; me parece más dolorosa, más traumática. No sentí absolutamente nada, cuando nacieron mis hijos, al doctor ni lo conocí, hubo nauseas, baja de presión, oxigeno, me movían de una lado al otro. “Mamá este es él bebe número uno” “Mamá bebe número dos, mírelo que me lo tengo que llevar, tenemos que ponerle oxígeno, no sabe respirar por sí solo”. Cuando Salí, del quirófano, podía ver como Emilio, bebe uno, estaba en incubadora para calentarlo un poco, Joaquín me decían que estaba en otra incubadora en la zona de hospitalización porque necesitaba oxígeno y más cuidados.


Desde que te embarazas, nada es fácil, lidiar con peso extra, tus senos quieren explotar, los mareos matutinos y cepillarse los dientes es la batalla campal. Para poder traerlos al mundo sientes el peor dolor del mundo, tan fuerte que sientes que no lo lograras, pero también es un dolor que se olvida, cuando ves a tu bebe por primera vez. Nadie dice lo duro que son las levantadas cada dos horas para alimentarlos, cambiarles el pañal y observar que están respirando; pero es más duro verlos crecer.


Las manitos que se metían entre mis senos para sentir seguridad, ya son tan grandes que escriben su nombre solo y crea sus propias películas con sus muñecos. Pablo ha crecido tan rápido, que ahora no es una necesidad estar pendiente de su pañal para que no se queme, ahora la mayor necesidad es enseñarle ser una buena persona. Nadie me dijo, lo duro que sería verlo montar en su transporte solo para clases, escucharle las historias con sus amigos y de incluso hablarme de la niña que le gusta y que no le presta atención.


Pablo, ahora tiene cinco años, está construyendo su personalidad, y ahora nuestra responsabilidad es entregarle a la sociedad una persona de bien. Está en la edad, que se hace el sordo para no obedecer, en la edad que es lo que él quiera, en una edad donde llegan dos seres indefensos a invadir su espacio, ahora le toca compartir sus padres, juguetes, familiares y hasta su perro. Pasa fines de semana sin los papas. Ha tomado la llegada de sus hermanos con mucha madurez y amor, aunque debo de admitir, que a veces lo he dejado a un lado, por atender a sus hermanos, le ha tocado aprender a hacerse sanduches, preparar jugo, porque he estado ocupada muchas veces para él. Ahora que lo veo tan grande, me asusta que pase el tiempo, y no me abrace, no me regale besos y no me mire con esa inocencia que aún lo caracteriza.



Lo difícil, de todo esto, es tener tiempo de calidad con los tres como madre, suplir sus necesidades, estar siempre para ellos cuando me necesitan, quisiera hacerlos dormir a todos, mimarlos a todo a la vez, tener actividades donde los tres estén involucrados, prepárales su comida favorita. Hacerlos felices; pero a veces colapso y aunque doy todo lo que tengo, explotó. Entonces hay encerradas en el baño, noches en vela pensando, cafés fríos, suspiros interminables y lloradas a escondidas, pero sé que todo por ellos, vale la pena.

Nadie dijo que era fácil, criar hijos, y menos cuando hay personas que te juzgan por lo que ven en ti en unas horas o minutos, esto me pasa cuando recibo, “consejos”, malas miradas, por regañar alguno de mis hijos, sé que soy consciente que soy una mujer gritona y malgeniada, pero eso es lo que ven los demás; pero estoy tranquila porque que doy mi mejor versión a mis hijos.


Hace 16 meses, los melloz tenían que estar en el pecho durante 24 horas, para darles calor y así crecieran, tenían tres mamas canguro en el día para poder descansar y en la noche mi esposo y yo. Noches eternas y duras, muchas veces me quede dormida alimentándolos, era tanto el cansancio; que a los 15 días, les enseñe a mamar acostados, porque el solo sentarme era un dolor inimaginable por la cesárea. Ahora cada uno pesa 12 kilos, y es imposible tenerlos en el pecho; recuerdo lo mucho que han avanzado, me doy cuenta que cada momento es único, mágico, e irrepetible; que cada segundo con ellos es perfecto, así sea en un hospital o entre sus brazos.


Nadie me dijo que después de un tiempo mamá no sería tan necesaria en sus vidas, y aunque asusta y duele un poco, me da alegría saber que hacen sus cosas por si solos, aunque Emilio y Joaquín, aún están pequeños siento que crecen a pasos agigantados, hace poco necesitaban de mi pecho para crecer, ahora caminan, están empezando el entrenamiento de dejar el pañal, cuando tienen hambre abren a nevera sacan frutas o yogur, así van creciendo y uno a veces no se da cuenta, es por eso que cada momento al lado de tus hijos debe ser mágico, tranquilo y lleno de amor.


Estaba en la casa con Pablo y Joaquín, Emilio estaba en el hospital con David, “tienen que ponerle oxígeno, porque no está saturando bien”; en ese momento sentí que un pedacito de corazón se arrugaba, fue una semana muy dura. Emilio estuvo 10 días hospitalizado en casa, y como es de esperarse Joaquín termino en las mismas. Verlo con esa manguera entre su nariz es muy triste, querer salir de la habitación para jugar, las manitos llenas de chuzones, nunca será divertido ver un hijo enfermo. Pero gracias a los cuidados de los médicos, a las enfermeras, y a nosotros como familia, lograron aliviarse. Y nadie me dijo lo difícil, que era verlos enfermos.


Todo absolutamente todo por ellos, vale la pena. La semana pasada fui Al médico vascular, para que por fin me dieran un diagnóstico del porque hay tanto dolor y cansancio en mis piernas, “tienes problemas en el sistema linfático, tienes tanta grasa en tus piernas que está obstruyendo el paso del linfa por el sistema, y no deja que tu sistema circulatorio trabaje bien; estas muy propensa a un infarto, o a un daño un poco más grave” me quede pasmada mirándolo, “vamos a empezar un tratamiento un poco duro, pero sé que lo vamos a lograr, y vas a estar bien” seguía en mi asombro.


Son 20 kilos que debo de bajar, y aunque estoy bien y feliz con mi cuerpo, debo confesar que me sentí mal, por haber dejado que mi cuerpo pese 92 kilos, y la vida se encarga de demostrarte lo que está mal; ahora no es por vanidad que debo de empezar una dieta y hacer ejercicios, ahora es por mi salud y como me dijo el médico “piense si quiere ver crecer sus hijos y hágalo por ellos”. Y nadie me dijo que era fácil, pero por ellos por continuar viéndolos crecer pondré de mi parte, para algún día, prepararles un rico almuerzo, porque vienen con sus esposas e hijos, a visitarnos.


Nadie dijo que era fácil, pero me atrevería mil veces a ser madre, a sentir sus manitas y su aliento en las mañanas, a sentir el dolor más grande, a retarme, porque aunque crezcan velozmente; quiero estar ahí para cuando ellos me necesiten. Cualquier cosa por verlos sonreír.


Mis  Garabatos
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Tres hombres, tres seres únicos e irrepetibles. Cada uno con una personalidad arrolladora.

Cuando teníamos solo a Pablo, creíamos que no podríamos amar igual, pero con la llegada de otros dos, entendimos que el amor sigue intacto por él.

Que Emilio y Joaquín; también tienen un lugar privilegiado en nuestros corazones, y que el amor es tan grande que se puede mil veces multiplicar, sumar, pero nunca dividir.

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