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La nana, se me fue


La primera vez que la vi, estaba en una esquina del salón de décimo, una mujer grande, morena y un pelo exótico, mirando feo, como si algo le molestara… le hable porque no conocía a ninguna. Dije: Hola, me miro y esa fue la primera vez que la vi sonreír. Sentía que tenía que ser mi amiga, ¿Por qué?, porque sentía miedo de estar sola en un salón donde no conocía a nadie, y como la vi grandota, pensé que me cuidaría y así fue.


Después de varios intentos de hablarle, de preguntarle, de insistirle que saliera conmigo en el recreo; que no se quedara sola en el salón, lo logre. Y en la primera conversación, pude entender que no era grosera, era simplemente demasiado tímida. Descubrí una mujer dulce, muy paciente, todo lo contrario a lo que reflejaba. No comentaba mucho de su vida, solo respondía lo necesario; y a mi cada vez, me intrigaba más, porque necesitaba saber de ella, quería conocerla, quería formar parte de su historia.


Comencé a invitarla a mi casa para hacer tareas, pero nunca podía, ahí fue que me entere que vivía muy lejos, en la vía hacia Guarne; me parecía tan tesa como andaba sola, yo solo tenía 14 años y para mi coger bus sola en ese momento era imaginable, toda una aventura. Ella no sentía miedo de salir sola a la calle, quizás si temía, pero nunca lo demostró, ahí fue donde comencé a admirarla.


A mitad de año, todo cambio, cuando me pidió ayuda para estudiar para un examen, me dijo: “Leidy, puedo ir a tu casa a estudiar, para el examen de física no le entiendo nada a Pedrito y no puedo perder el año” Claro, le dije. Y ese día me conto de su vida, de su familia, me abrió las puertas de su corazón y por supuesto entre, y creo que me quede allí hasta el último momento.


Vivía con su mamá y dos hermanos, de su padre no sabía mucho, su casa quedaba en una invasión en la vía que va hacia Guarne, entre el peaje y el túnel; parte de su familia vivía en Moravia, y allí pasaba mucho tiempo, porque a veces no tenía para los pasajes, me hablo de un muchacho que le gustaba, me confeso que era cristiana. Para mí fue una historia de vida fuerte y dura. Cuando terminamos de estudiar se despidió, agradeció y se marchó. Esa noche me quede pensado en lo mucho que yo tenía, era privilegiada y que debería de agradecer cada cosa, y que sin darnos cuenta; alrededor hay personas que tienen su propia lucha, mucho más fuerte que la nuestra y sin embargo, nos quejamos de cada cosa que nos pasa, buena o mala.


Durante un tiempo, vivió en mi casa, dormíamos juntas, compartíamos todo, ese tiempo descubrí, que muchas veces el caparazón ayuda a ahuyentar a los malos, que damos una imagen errada de nosotros, para que nadie nos haga daño; Nana se sentía vulnerable ante todos y todo; sin embargo con el tiempo, ese caparazón desapareció cuando estaba conmigo; y nos volvimos inseparables. En ese tiempo, Aprendí a usar el caparazón, cuando creía que era necesario; a comer con ganas, a reír a carcajadas, y lo más importante a guardar secretos; supe que era tener una buena amiga.


No nos graduamos juntas, pero cada año que pasaba, eran nuevas historias, nuevos retos en la vida de ambas, rumbos diferentes, sin embargo las visitas eran constante, nos reuníamos las del fogón, así nos decían al grupo de amigas del salón. Siempre juntas, en las buenas y en las malas. Cada que llamábamos a Ana a contarle que alguna de nosotras estaba esperando un bebe, ella con risa nerviosa, decía “Yo también”; y en total fueron cinco llamadas con la misma respuesta; a pesar de no tener mucho era realmente feliz con sus cinco hijos.




Fue una aventura de 16 años, de secretos, aventuras, llantos, risas, descubrimientos, amor, nostalgia, miedos, creció mucha complicidad. supe de cada angustia vivida, fui cómplice del amor por su esposo, del miedo que le daba afrontar cada embarazo, de sus dolores, de sus alegrías y sus triunfos. Apenas pude disfrutarla 16 años, 16 años de grandes enseñanzas.

Anita Torres, ha sido una de las mujeres más verracas que he conocido en mi vida, que a pesar de una vida dura y llena de dificultades soñaba con amor, y construía cada día el camino para ver sus sueños realidad, amaba profundamente a Doña Luz Dary, su mamá, esa que lucho por ella, valoro cada cosa que hizo por mi nana y lo que hace por sus nietos.


“Leidy ¿Dónde está?”, “Hola, Nana manejando ¿por?, ¿Paso algo?”. Nunca había escuchado su voz tan llena de miedo, ni siquiera cuando me conto que estaba esperando a su quinto hijo. “parce, ya salió el resultado de la biopsia, tengo cáncer de estómago” recuerdo que estaba en el semáforo de la Iguana, mire atrás y estaba Pablo, y solo pensé HP los niños, la nana se me va a morir. “Parce, está segura” “Si, acabe de salir del consultorio, Leidy mis niños” y ahí fue cuando entre en pánico. “Me hacen cirugía, el jueves para mirar que avanzado esta”. No podía entender, porque a ella.



El jueves en la tarde, fui al Pablo Tobón, estaba en una camilla en urgencias, después de la cirugía. Con esa sonrisa que hasta el final la caracterizo me dijo “Mire, me dañaron el estómago, que chamba la que me hicieron, y para nada porque según el doctor estoy invadida, me abrieron y mejor me volvieron a cerrar porque al parecer no hay nada que hacer, me hicieron solo un puente”. Quede pasmada, ahí parada, no supe que decir, le dije “Marica ese doctor esta como bueno”, se rio nuevamente y me abrazo, ella me dio consuelo, cuando tenía que ser yo la que se lo diera, siempre cuido de mí, y siento que aún lo hace. Y así, fue el último año de su vida, entre hospitales, quimios, hospitalizaciones. ¿Y saben qué? Nunca dejo de sonreír, estoy segura que el último suspiro que dio al lado de su madre, fue para dejarle una sonrisa.


Las últimas visitas que le hice trataba que fueran bonitas, llenas de buenos recuerdos, nos reíamos tanto que las enfermeras pasaban por la habitación a decirnos que bajáramos las risas, ver a mi negra consumida, ha sido de las cosas más duras que he visto en mi vida, gracias a ella entendí que la vanidad es una mierda, es una esclavitud, que debemos preocuparnos más por ser felices que por ser aceptadas por una sociedad, cada que iba a una visita, me daba una enseñanza. Verla en esa cama del hospital, con sus hijos, fue una de las escenas más triste que visto; a pesar que le dolía todo su cuerpo y que estaba a punta de morfina, más allá, que acá, sacaba fuerzas para un abrazo, un beso y una hermosa sonrisa. Puedo ser una mierda por completo, pero cuando tengo a mis hijos cerca procuro siempre que recuerden que tienen una mama que los ama; porque sé que Daneris, Andrea, Emanuel, Samuel y Valentía, Darían su vida por sentir de nuevo un beso de mamá… Ana, Hacia chistes de su pelo, de su cuerpo y estaba muy consiente que moriría. Pero había algo que no la dejaba estar tranquila, podría ser muchas cosas, sus hijos, el esposo, su mamá, la incertidumbre o el miedo… solo ella sabe que se siente.



En sus últimos días tuvo mucha compañía y amor, muchas oraciones, mucha fe y esperanza. Pero siento que muchos de sus sueños no se cumplieron y hay uno en particular que me da rabia. Nana soñaba con casarse, y después de muchos intentos Fabián le dijo que sí. Pero no lo logro; porque su iglesia no lo permitió, porque Fabián es católico. Y cuando nana me conto le dije “Nana con el perdón suyo, son unos hp; como no ayudan para que su sueño se haga realidad, sabiendo que usted está que se muere, ¿qué les cuesta? No se supone que el amor es lo que prima en todas las religiones, que Jesús, Jehová, Cristo o como se llame nos enseñó a amar, Parce de verdad las religiones a veces son una mierda, no las entiendo, no se supone que todas se basan en el amor” me miro y soltó una lagrima. Entendí que muchas veces el ver cumplir sueños, no solo depende de nosotros que muchas veces hay piedras en el camino que no dejan avanzar. Tampoco pudo ir al mar con sus hijos; no logramos juntar el dinero, la plata no es todo, pero es muy necesaria.


La última vez que hable con ella fue por teléfono; Marcela una compañera del colegio, quien ayudó mucho a nana, me dijo “Gorda, Ana está muy mal, despídase” ese día fue trasladada a urgencias; La puso al tel; solo escuchaba su respiración y empecé a decirle “mi nana hermosa, te quiero mucho, usted sabe que agradezco a la Vida y a Dios, por tenerte en mi vida, infinitas gracias por tu hermosa amistad, por tus sonrisas, me enseñaste tanto, váyase tranquila que usted hizo una labor muy hermosa acá en la tierra y Dios la está necesitando” Recuerdo que le hable mucho y me dijo “gracias, la quiero, Dios la bendiga”. Entendí que esa era nuestra última conversación, la más sincera de todas, la más leal y la más triste. Despedirte de una amiga es muy duro, saber que no la vas a volver a escuchar, ni ver es complicado.


Esa noche recibí muchas llamadas de compañeras del colegio, que me decían que fuera al hospital, que Ana, estaba preguntando por mí, y que la estaban dejando ver, porque ya no había nada que hacer, simplemente decía que no podía ir; pero en realidad no quería estar ahí; sentía que era un momento que tenía que vivir ella y su madre; además no quería verla es su lecho de muerte, quería seguir recordándola como la morena, grande, fuerte que conocí. Fui criticada por esta decisión de no acompañarla; pero no soy tan fuerte, para ver la muerte tan de cerca.



El 20 de octubre del 2016, a las tres de la mañana; “¿Leidy?, espere un momento… Gorda, ya se nos fue Ana”, era doña Luz Dary. En ese momento me abrazo mi esposo y llore, pero estaba tranquila, porque acabo tanto sufrimiento y dolor que sentía Ana. Lo complicado llego en la tarde, cuando ingrese a esa sala de velación. Era increíble que nana, estuviera en ese cajón blanco, era imposible que esa sonrisa se borrara de su rostro, fue duro ver a Fabian con una foto de su flaca, y más duro aun ver la tristeza en los ojos de cinco niños inocentes, que preguntaban por su mamá; y no me alcanzo a imaginar el dolor de Doña Luz Dary al perder una hija.


Nana tuvo tanta valentía para afrontar su muerte; que organizo su velorio y entierro, su último deseo fue cumplido; todos asistimos de blanco y la canción que escogió fue escuchada por todos.


Cuando la muerte te toca tan cerquita, empezamos a reflexionar de nuestras vidas, y es ahí cuando entendemos que debemos ser felices, amar, perdonar, agradecer y sobretodo sonreír.



Mis  Garabatos
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Tres hombres, tres seres únicos e irrepetibles. Cada uno con una personalidad arrolladora.

Cuando teníamos solo a Pablo, creíamos que no podríamos amar igual, pero con la llegada de otros dos, entendimos que el amor sigue intacto por él.

Que Emilio y Joaquín; también tienen un lugar privilegiado en nuestros corazones, y que el amor es tan grande que se puede mil veces multiplicar, sumar, pero nunca dividir.

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