Pero a ti ¿Qué te paso?
- Leidy Ruiz
- 22 ago 2017
- 4 Min. de lectura

Son muchas las personas que me ven y hacen esa pregunta, solo sonrió, alzo la ceja, y respondo: La buena vida… sin embargo, son muchas las cosas que se ocultan detrás de esa respuesta.
Hace unos años atrás, era otro cuerpo, juvenil, de pasarelas y fotografías; un cuerpo; con un abdomen plano, unas piernas largas tonificadas y hermosas, una cadera envidiable y unos senos, que por mucho tiempo fueron mi complejo. En el 2007 me opere, con eso creí que mi cuerpo estaba perfecto; sin embargo el vacío de los complejos y de las frustraciones, no lo resuelven las cirugías estéticas.
Hoy miro las fotografías de años atrás, y doy gracias por haber podido disfrutar de mi cuerpo, sin embargo hoy lo miro y veo, otro cuerpo; valiente, un cuerpo que aguanta cada día algo diferente, mi peso, mis frustraciones, mis alegrías, las tristezas, la nostalgia de lo que fue, la incertidumbre de lo que vendrá. Y aunque no niego, que he llorado y me he dado golpes de pecho, por no hacer nada para cambiarlo; ahora es perfecto, para mí.
Mi abdomen, que hoy es flácido, lleno de estrías, con piel que sobra; le agradezco infinitamente por haber albergado, tres seres que son mi vida. Un cuerpo que lucho por tener a salvo mis dos embarazos, uno de ellos múltiple que no es nada fácil, mi cuerpo lucho contra la naturaleza y contra los pronósticos para traer a mis hijos al mundo. Las piernas que antes exhibía con pequeñas minifaldas, hoy se esconden detrás de vestidos largos; esas sí, que son verracas, porque soportan a diario mi peso, tienen venas débiles, pero mi sangre es más fuerte para soportarlo; escondo detrás de muchas telas esos pequeños tumores que se aferran a ellas, que me hacen llorar del dolor. Mis senos, ahora son proveedores de mis pequeños, son lo máximo.
Soy de las que no va al gimnasio, no me cuido en la comida, tomo gaseosa, y siento que también es mi culpa el estar así, sin embargo he aprendido a vivir con esa constante pregunta de ¿Qué te paso? Simplemente me ha pasado la vida, comiendo lo que me gusta y me da la gana, corriendo solo detrás de los melloz para quitarles algo de la boca, acostada en la cama simplemente viendo películas y disfrutando a Pablo, No soportó las fajas y aunque me ponga calzones altos lo que sobra, se nota.
Algún día pensé en someterme a una nueva cirugía, que me quitaran todo eso que me sobra, pero Anita, aquella amiga que partió, dejando muchas enseñanzas. Me hizo entender, que lo que me sobran son miedos, frustraciones, angustias y mucho del que dirán. Habíamos varias compañeras del colegio haciéndole una de las que serían las últimas visitas, hablando de la vanidad; unas decían me quite, me puso, yo tengo, estoy próxima etc. Yo estaba sobándole las piernas a nana, porque estaba reteniendo líquidos y le dije: “Nana, voy a empezar a ahorrar y cuando los melloz tengan un año, que ya caminen me opero y quedo bien chimbita”. Ella me agarro la mano, me la sostuvo y me dijo: “Leidy usted es boba o es que se hace, míreme donde estoy, en una cama postrada, queriendo vivir un poco más para ver crecer a los niños, orando día y noche para no morir, y usted va a entregarse así de fácil, sabiendo que puede morir en esas, crea que usted es muy bonita, mi gorda. Cuando una enfermedad llega no hace casting”. La mire y me sentí, como un hp culo. Porque es en esos momentos, es donde te das cuenta que no importa si eres 90, 60, 90, importa la clase de persona que eres.
Entonces acepte los cambios de mi cuerpo, entendí que la belleza es efímera, que la felicidad no depende de un abdomen plano, que para recorrer la vida, no necesitas de unas piernas tonificadas, que a veces los cuerpos perfectos no son felices, porque cambian una familia, por horas de gimnasio, que los abdómenes planos viven antojados, entendí que mi cuerpo se hizo para sentir, disfrutar, abrazar, besar, correr detrás de cuerpecitos desnudos que se escapan del baño, que mis piernas se hicieron para improvisar chutes, y bailar con mis pequeños, que mis manos son para alimentarlos y vestirlos. Para hacerle el amor a mi esposo, para acostarme y abrazar a mi madre. Mi cuerpo es una herramienta para mi felicidad; y me comprometo a cuidarlo un poquito más, y a no llorar por lo que ya está hecho; a amarlo como es.
Comprendí que mi cuerpo está cambiando, por la buena vida, porque amo y disfruto lo que soy y lo que hago; Amo mi cuerpo porque ha batallado contra un tumor en la cabeza, con dos embarazos de alto riesgo, con el que dirán, con las críticas y con las fajas que me ahogan y con las miradas que lo destrozan; quiero pedir además un favor, nunca hagas esas clases de preguntas, porque no sabemos las batallas que los demás han perdido.
En definitiva cuando me pregunten: ¿Qué te paso? De nuevo sonreiré, alzare la ceja y contestare: la buena vida.

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